27 dic 2008

caída

"Wat Phra Mahathat" es un templo especialmente famoso por la cabeza del Buda entre las raíces de un árbol. Según cuenta la leyenda cuando las tropas Birmanas entraron en Tahilandia y decapitaron a los budas, una cayó a los pies de un gran árbol y este la protegió con sus raíces.
El mío no tuvo esa suerte.
Cayó, pesada, angustiosa, estrepitosamente sin que pudiera hacer algo para amortiguarlo.
Cayó, calló, caímos-cayamos.
Me mira como me miró aquel de Kamakura, con infinita bondad y compasión, pero ya no ve lo mismo.
Trato de mirarlo como una vez miré a aquel de Kamakura, a los de Kyoto, a los de Anghkor Bat, a los de Vietnam, a los de Tokyo, Asakusa o Tailandia, y no puedo.
No podemos, no podemos mirarnos, no podemos; ya no podemos.
Ojos sin rostro que parpadean buscándole el cuerpo que le falta, lo que falta, lo que nos falta.
Lo que ya no está, lo que fue, lo que está-por-venir.
Falta.
Y esos ojos, sin cuerpo.
Habrá tenido un último momento de conciencia al sentirse caer y rodar su cabeza, guardando en su memoria esa última triste y desconsolada imagen en caída.
¿Buscará esa cabeza al cuerpo que le corresponde?
¿Se verá del mismo modo sin cuerpo?
Birmanos, Talibanes o Khmer Rouge, ya poco importa la fraseología, los anti- o las ideologías: todos decapitadores de budas.
Y ahí, esa cabeza sin cuerpo, que mira sin ver.

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