No existe algo como la fuerza de gravedad, ningún peso tiene fuerza por sí mismo, a no ser que se lo acelere; lo grave, es que esto está pasando cada vez más.
Ejemplo de los paracaidistas, los gimnastas del límite corporal, los aviones, los pájaros, etc, donde los más importante, la consagración, la técnica, el puntaje, lo correcto, lo normal, es el regreso, el tocar tierra de nuevo: encontrar ese lugar nuevamente.
Lo que hace que las cosas tiendan inevitablemente hacia la tierra de nuevo es la melancolía y la nostalgia que sienten al alejarse.
Algo parecido es nuestra sepultura, como en asimétrico de la cuna, inversa complementariedad de peso especifico, inoxidable, con cataforesis: melancolía del despertar después de un sueño, nostalgia por atravesar varios lugares a la vez; ahora: un solo lugar, un solo sueño.
Cada cosa pertenece a un lugar, su lugar, y a cada lugar le corresponde una cosa: una primero; otro, después; uno primero; otra, después.
Sólo los taoístas pudieron disfrutar de esta simpleza, y ver esta diferencia: una primero, otro después; como los floreceres de los dos ciruelos...
No queremos ver el primero, y no podemos ver el después; luego, vivimos todos como exiliados, de nosotros mismos.
Y ese ciruelo sigue floreciendo... después, el otro.
1 comentario:
Florecer, los dos, florecer...
como dice cerati, ¿no?
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