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7 ene 2008

sakuradas 08

Vocación irrefrenable y definitiva de todas las cosas: volver a la tierra, a su lugar.

No existe algo como la fuerza de gravedad, ningún peso tiene fuerza por sí mismo, a no ser que se lo acelere; lo grave, es que esto está pasando cada vez más.
Ejemplo de los paracaidistas, los gimnastas del límite corporal, los aviones, los pájaros, etc, donde los más importante, la consagración, la técnica, el puntaje, lo correcto, lo normal, es el regreso, el tocar tierra de nuevo: encontrar ese lugar nuevamente.
Lo que hace que las cosas tiendan inevitablemente hacia la tierra de nuevo es la melancolía y la nostalgia que sienten al alejarse.
Algo parecido es nuestra sepultura, como en asimétrico de la cuna, inversa complementariedad de peso especifico, inoxidable, con cataforesis: melancolía del despertar después de un sueño, nostalgia por atravesar varios lugares a la vez; ahora: un solo lugar, un solo sueño.
Cada cosa pertenece a un lugar, su lugar, y a cada lugar le corresponde una cosa: una primero; otro, después; uno primero; otra, después.


Sólo los taoístas pudieron disfrutar de esta simpleza, y ver esta diferencia: una primero, otro después; como los floreceres de los dos ciruelos...
No queremos ver el primero, y no podemos ver el después; luego, vivimos todos como exiliados, de nosotros mismos.




Y ese ciruelo sigue floreciendo... después, el otro.

6 dic 2007

sakuradas 0.5

Está linda la tarde en el parque, aunque el viento da la sensación de que está nevando: ¡los pétalos de sakura no dejan de caer!

Hoy hay que andar con mucho cuidado, caminar despacito y atentos porque los haikus andan revoloteando en el piso, por todos lados. Uno se puede tropezar con la poesía en estos días de caída de pétalos, o con Basho, Kikaku o Buson, que están ahí, como hace siglos, esperando ese momento para que acontezca el haiku.

Aparecen chicos de una escuela primaria, gorritos amarillos y gritos; una abuela pasea a su nietita en un cochecito lunar hi-tech; los abuelos disfrutan perdiendo la vista vaya a saber donde; muchas madres con sus hijos, esforzándose por divertirlos, padres ninguno: son kaisha-in (lit: metidos dentro de la empresa [masoquistas]).
El río Sengawa sigue fluyendo y unos patos discuten con los sakuras que se lleva la corriente; manteles celestes con gente arriba, algunos pasean sus perros-bonsai, bicicletas, monopatines, chicas corriendo burbujas, un jardinero controlando cada planta y hasta los patos, palomas -que asustan a los japoneses, mientras siguen viendo en los cuervos una belleza que todavía no descubrí-; la "nevada" se hace mas intensa y el viento esta más fresco, como el del sur nuestro...
Todavía hay muchas cosas que no entiendo y creo, que no entenderé nunca de esta gente; pero esa forma de "sakurar", eso tan suave, tal flotante, silencioso, rosado hace que no me importe demasiado.
Acá estoy y poco importo yo y mi entendimiento ¿para qué aprender las cosas? si al final nunca las voy a saber.
Acá no cabe pensar, y a todo esto que está sucediendo, poco le importa que yo esté acá.
A veces creo que hago un gran esfuerzo por no dejarme llevar por tanta belleza, por no dejarme arrebatar, ¡para que no me duela tanto!
A veces siento esa necesidad irrefrenable de sal-irme de mí antes que reviente, de escaparle a esta belleza redonda, de desbordarme como esta primavera.

Des- bordarse, ¿será sal-irse del Borda? ¿o ingresar por convencimiento propio?

todo; mientras sigue sakurando...